De aldea silenciosa a urbe moderna: los inicios del transporte urbano (1850-1906)

Abstract

Declarada ciudad en agosto de 1852, Rosario se destacaba de otras poblaciones argentinas por carecer de una tradición colonial. Su origen se mostraba desligado de conquistadores, funcionarios reales y familias con títulos nobiliarios. La ciudad fue receptora, particularmente a partir de las últimas décadas del siglo XIX, de numerosos contingentes inmigratorios provenientes de Europa y del progreso técnico generado por la revolución industrial, que alcanzaba esferas cada vez más amplias de la modernización social. Estas particularidades influyeron sobre los distintos grupos sociales que integraron los trayectos, imágenes y símbolos que determinaron el carácter cosmopolita y moderno de la urbe. La actividad del transporte y la comunicación de Rosario estuvieron íntimamente ligadas a su desarrollo como centro portuario desde los primeros años de la Confederación Argentina. En un comienzo, el gobierno de Paraná le adjudicó funciones que enfatizaban las actividades postales y sentaban las bases de una cierta regionalización. Luego se priorizó desde el Estado nacional la producción de las colonias agrícolas cercanas a Rosario, que junto a la llegada de la fuerza de trabajo europea resultó uno de los elementos centrales del programa de inserción del país en la «división internacional del trabajo». La ciudad se convirtió así en el puerto de exportación de los cereales argentinos y en un nodo del trazado ferroviario. Todos estos factores condujeron a un proceso de urbanización acelerado entre 1870 y 1890, y que continuaría su desarrollo en los años posteriores, simultáneamente con el crecimiento demográfico. Según los respectivos censos, Rosario contaba en 1858 con 9.780 habitantes, pasando a tener 23.169 en 1869 y alcanzando los 112.461 en 1900. Semejante aumento poblacional demandó, en función de un mercado laboral en formación, el desarrollo de un sistema de transporte, primero a nivel regional y, más tarde, en el ejido urbano.