La lengua del padre, un alfabeto violento

Abstract

En 1974 se produce un quiebre en la recepción crítica de Clarice Lispector a partir de la publicación de El via crucis del cuerpo, un libro de cuentos escrito por encargo del editor1 . En el prólogo titulado “explicación”, la brasileña relata que la mayor parte de los cuentos fue escrita durante un fin de semana, de un tirón, entre el día de la madre y el día de la liberación de la esclavitud (12 y 13 de mayo, correlativamente). Lispector descubre que a pesar del desagrado que le había provocado la idea de escribir literatura por encargo, ha sido “capaz de obedecer en rebeldía”, y se declara “inliberta”. Este término que remite a los esclavos puestos en libertad queda a medio camino entre la condición de esclavo y la de liberto. Implica entonces que, si bien ella no es esclava, su trabajo libre no suprime el poder de sujeción, pues debe dar explicaciones sobre lo que hace aún cuando no ha podido elegir. En efecto, “ella estaba sujeta a ser juzgada”, como anota sobre uno de sus personajes, porque todas las mujeres están sujetas a ser juzgadas por la sociedad entera y es necesario dar explicaciones, aceptando de antemano la condena.