Hacia la promoción de alianzas entre productores rurales

Abstract

En los últimos años se observa una nueva dinámica que se refleja en la multiplicación de experiencias productivas locales orientadas al desarrollo de proyectos asociativos, en la generación de programas y políticas para la promoción de la articulación de las empresas y en la creciente importancia que conceden los investigadores a los fenómenos de las aglomeraciones productivas y las redes empresariales. El concepto de “lo rural” que ha estado vigente en América Latina y el Caribe hasta hace unos años atrás afectó la calidad del diseño y de la ejecución de las estrategias, políticas y programas de desarrollo, subestimando el peso de lo rural, confundiendo lo rural con lo agropecuario y sin considerar los vínculos rural-urbanos. Sin embargo, la nueva ruralidad, que implica una reconstrucción del concepto de lo rural, “tiene incorporada explícitamente la dinámica de los grupos sociales asentados en ecosistemas, de cuyos atributos se desprende una estructura económica, las instituciones fundadas en la tradición y la cultura, redes sociales y procesos de intercambio, una nueva visión de integración urbano-rural y la dimensión ambiental de recursos naturales al concepto amplio e integral de lo rural (Spúlveda et al, 2003).” Los proyectos recientes aparentemente más exitosos son aquellos que funcionan en términos de cadenas productivas de valor y formación de “clusters” que integran la actividad agrícola con la no-agrícola, y al pequeño productor con los nuevos sistemas de comercialización en los mercados locales e internacionales. Para obtener un crecimiento sostenido del sector agropecuario se considera deseable fomentar e implementar el asociativismo rural, prioritariamente para favorecer a las PyMEs del agro. La asociación entre productores o pequeñas empresas agropecuarias con el objetivo de desarrollar alguna actividad no es algo nuevo. Tal es así que la forma tradicional para lograr supervivencia dentro del sistema agropecuario nacional han sido las cooperativas. Sin embargo, éstas no constituyen la única forma asociativa. En los últimos años, se observa la conformación de pequeños grupos, de 8 a 10 familias en promedio, unidos ya sea espontáneamente o promovidos por algún programa o institución para distintos fines, tales como: uso conjunto de maquinaria agrícola, la compra de insumos o la venta de producción, la realización de actividades de postcosecha o la transformación agroindustrial. Por otro lado, durante las últimas décadas, se observa la recuperación de los espacios locales y regionales como ámbitos específicos en los cuales los actores pueden construir su propia identidad estratégica para enfrentar el proceso de globalización y el nuevo contexto competitivo. En este marco, la literatura reciente hace hincapié en el fenómeno de formación de redes y en los factores locales/ regionales que contribuyen a la conformación de ámbitos de cooperación empresarial. Este trabajo pretende analizar la formación de alianzas entre productores rurales como una posible estrategia competitiva, teniendo en cuenta tanto las posibilidades como las limitaciones asociadas a ésta. A lo largo del mismo, se analizarán las propuestas de desarrollo rural relativas a esta cuestión de organismos como la FAO, IICA, entre otros. Asimismo, se buscará delimitar las políticas que deberían fomentarse con el objeto de favorecer la asociatividad, entendiendo que la problemática del productor va más allá de comprender el significado de la competitividad en el actual contexto de globalización.