Revisitando los efectos del libre comercio a la luz del acuerdo UE-Mercosur: Una mirada desde el medio ambiente y las mujeres

Abstract

El Acuerdo Unión Europea-Mercosur, firmado en 2019, constituye un tratado de libre comercio (TLC) bastante estándar en sus características y condicionalidades. Incluye la eliminación de una serie de aranceles de importación y derechos de exportación, cuotas de entrada al mercado europeo para ciertos productos (como la carne), y medidas para-arancelarias (barreras sanitarias y fitosanitarias, el mantenimiento de algunas subvenciones a ciertos productos, protecciones en materia de propiedad intelectual, mantenimiento de denominaciones geográficas de algunos productos —más numerosas para la UE que para el Mercosur—, etc.). La mayor parte de las desgravaciones que promete Europa están relacionadas con el sector primario y la industria alimenticia, pero se aduce que el consumidor europeo es “sofisticado” en comparación con los de otras regiones del mundo (ME 2022), por lo cual se potenciaría la exportación de bienes primarios con algún tipo de diferenciación (no commodities)1. En materia ambiental, hay un capítulo específico (que incluye también cuestiones laborales) que establece que cada bloque tiene derecho a regular sus propias prioridades al respecto; y se sugiere evitar la aplicación de medidas que protejan el ambiente si estas no cuentan con “evidencia científica y técnica” (ME 2022). Por su parte, lo referente a cuestiones de género aparece mencionado solo en relación con el aspecto laboral, y ni siquiera como una problemática específica o transversal, sino incluidas dentro de la temática laboral general. Es decir, se acuerda como estándar laboral entre las partes “su compromiso de promover el desarrollo del comercio internacional de manera que favorezca el trabajo decente para todos, incluidas las mujeres y los jóvenes” (ME 2022, las cursivas nos pertenecen)...