Tulio Halperín Donghi y la fantasía del intelectual comprometido

Abstract

Estamos en el año 1994, el signo del fin de la historia es la marca que sobrevuela los debates intelectuales de la época. Su traducción local, es la hegemonía menemista, el uno a uno, los viajes al exterior de la clase media, una democratización del consumo que asoma con un nuevo gobierno peronista, pero esta vez...como farsa. Se olfatea: en algún momento ese paisaje se esfumará o peor aún, explotará. A finales del año anterior, el pacto de Olivos había congregado a Alfonsín y Menem para avanzar, entre otras cosas, en una inédita reforma constitucional. La misma noción de pacto trasladaba nuevamente al plano de lo privado los asuntos públicos. Pasada una década de la restauración democrática, la ciudadanía era espectadora del teje y maneje de las élites económicas y políticas. Lejos habían quedado-obediencia debida, hiperinflación e indultos de por medio- los aires refundacionales de la añorada primavera democrática. En ese contexto, el del menemato, se inscribe la entrevista que nos convoca. El otro contexto, el de la primavera democrática, es asimismo el que enlaza la formación de los entrevistadores y la canonización del entrevistado.