Artículo
El estado de la cultura
Fecha de publicación:
12/2011
Editorial:
Organización de los Estados Americanos
Revista:
Revista Inter-american Review Of Bibliography
ISSN:
0250-6262
Idioma:
Español
Tipo de recurso:
Artículo publicado
Clasificación temática:
Resumen
Ya desde la antigüedad, el idealismo había separado dos mundos: el mundo de lo bello, lo bueno y lo verdadero y el de la realidad social, inferior al primero porque al estar gobernado por la praxis no abarca el conocimiento de la verdad. Marcuse destaca el carácter clasista de esta filosofía que contribuye a afianzar el poder social de los grupos «poseedores» de las verdades supremas y cuya tarea consiste en hacerse cargo de esas verdades2. La época burguesa significa un cambio radical en las relaciones entre lo bello y lo útil, entre la especulación y la praxis. Cuando, después de desaparecer los agentes intermediarios como el cura o el señor, las relaciones del individuo con el mercado se tornan inmediatas toma impulso la idea de una cultura universal a la que accedan, por su misma condición, todos los hombres. A partir de ese momento, el universo de los valores se abre para que penetren en él nobles o plebeyos: «la verdad de un juicio filosófico, la bondad de una acción moral, la belleza de una obra de arte deben, por su propia esencia, afectar, obligar, y agradar a todos»3. Juntamente con el afán por la universalidad, la época burguesa continúa afirmando la distinción entre el orden espiritual y cultural y el orden de las realidades cotidianas poniendo de relieve ciertos valores que pasan a ser núcleos de la vida social y se enuncian en mayúscula: la Humanidad, la Belleza, la Libertad, el Deber. La cultura burguesa que Marcuse llama afirmativa apretó en la categoría de humanidad la necesidad de satisfacción individual. Desde esta perspectiva, la realización del hombre estaba vinculada al ejercicio de su libertad; dentro de una comunidad libre, la cultura debía proveer los medios para que cada miembro alcanzara la plenitud. Y puesto que ciertos valores debían imponerse con fuerza aglutinante, en ese espacio de producción de sentidos que es la cultura se arbitraron las estrategias para su logro. Dentro de ellas, las letras configuraron un instrumento flexible y eficaz para generar el consenso internalizando valores, ideologías y creencias4. En el siglo XIX, las élites intelectuales argentinas vislumbraban el país como un gran vacío sobre el que había que edificar desde la nada; para fundar la nación se necesitaba crear no sólo formas jurídicas y políticas sino también formas culturales. En otras palabras, la consolidación del estado presupuso la existencia de una cultura nacional. Así, desde el periodismo o en su hacer literario, los letrados contribuyeron al proyecto: construir un estado nacional al mismo tiempo que normalizaban una cultura5. Si el estado era imaginado como una instancia unificante organizada de manera jerárquica y legitimada por la racionalidad interna al sistema y el consenso, la cultura llenaba un papel similar al transformarse en un fuerte núcleo de adhesión. Las fronteras nacionales podían caber en el espacio cultural donde se fabricaran y circularan los significados de la nacionalidad. El proyecto estatal que era de integración garantizaría la inserción de todos los miembros de una comunidad en el orden de la ley.
Palabras clave:
literatura argentina
,
cultura y política
,
siglo XIX
,
sarmiento
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Citación
Rodriguez Persico, Adriana Cristina; El estado de la cultura; Organización de los Estados Americanos; Revista Inter-american Review Of Bibliography; XLV; 3; 12-2011; 291-303
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