Artículo
Cosas de Chicos...
Fecha de publicación:
12/2005
Editorial:
Universidad Nacional de Tucumán
Revista:
Telar
ISSN:
1668-3633
Idioma:
Español
Tipo de recurso:
Artículo publicado
Clasificación temática:
Resumen
Niños pobres y abandonados se pasean por la literatura: los pícaros del renacimiento español, los huérfanos de la Inglaterra victoriana, los miserables de los folletines franceses, los huckleberrys de la modernidad norteamericana, los niños explotados, y a veces monstruosos, de nuestra narrativa realista. Llegan hasta las ficciones infantiles de Constancio Vigil o las historietas como “Anita la huerfanita”. Las figuraciones de infancia aparecen en relatos a medio camino entre la ficción y la no-ficción en este cambio de milenio caracterizado por el delito de Estado y la exclusión de la mayoría. “ Pibes “ de los tiempos posmodernos latinoamericanos que habitan el hambre y el miedo de ciudades que los devoran permitiéndoles un único modo de pertenencia, el de la horda. El arte buscan representar estas nuevas subjetividades a través de distintos géneros. En los 80 Elena Poniatowska, con una mirada sentimental, escribe su crónica sobre esos ángeles negros, los “nadies” de “fuerte silencio” y alas rotas que, desde los umbrales o los semáforos contrastan con los rutilantes querubines de las iglesias mexicanas o con la estatua que representa la nación independiente, sin ángeles de la guarda, en el infierno urbano. Cidade de Deus película de Mireilles y Lund, basada en la novela de Paolo Lins, cuenta la vida de una de las más grandes favelas de Río en los años setenta y ochenta. Los actores son los mismos niños cuya ceremonia de iniciación es el asesinato. Dadinho, ladrón de 10 años afirma: “ Ya me drogué, ya robé, ya maté ahora soy un hombre”. A la primera banda la destronará otra mucho más feroz de pequeños dealers que disfrutan con la muerte. El director salva a Buscapé, el narrador ficticio convertido en cronista/ fotógrafo, aunque la cámara permanece neutral ante la celebración de la violencia de los delincuentes actores En el testimonio del argentino Christian Alarcón - Cuando me muera quiero que me toquen cumbia- los pibes chorros nacen y mueren al ritmo de la cumbia, la droga y el delito en los años 90. El Tropitango es el espacio sagrado de un mundo que se vive vorazmente dividido entre cartoneros o sub-empleados y niños delincuentes. El Frente Vidal, inefable líder abatido por la policía es un Robin Hood que instaura un orden provisional. A su muerte se quiebra una “zona que de lejos parece un barrio y de cerca es puro pasillo” (16). Puro pasillo entre el nacimiento y la muerte es la vida en ese lejano oeste donde se riñe por insignias como la nike y la moto. Sapitos, toros, ratas, charcos pierden silueta humana ante la complicidad policial y la impotencia materna. Los delitos del menor repiten los delitos del poder económico y político. La simpatía de Alarcón roza el maniqueísmo y lo lleva a identificarse con los personaje . Dentro de esta serie se destaca la fascinante novela del colombiano Fernando Vallejo, La Virgen de los sicarios- llevada al cine por Barbet Schroeder. Su geografía es Medellín llamada Medallo o Metralla, donde”mejor es morir de un tiro en el corazón que de un balazo en la cabeza” (33) en la última década del siglo. Desde las comunas que abrazan la ciudad descienden los sicarios de 10 a 12 años, máquinas de matar, desamparadas por la muerte del narcotraficante Pablo Escobar y rocían con sus balas rezadas el mundo. La violencia lo invade todo: la vida y la lengua. Enamorarse de alguien significa matarlo. La ciudad asolada recoge la enseñanza de la canción popular “me llevan a mí o me lo llevo yo y que se acabe la vaina”. El narrador no ofrece consuelo, hace estallar todo aquello que consideramos políticamente correcto. Plantea “la fugacidad de la vida humana a mí no me inquieta, me inquieta la fugacidad de la muerte: esta prisa que tienen aquí por olvidar. El muerto más importante lo borra el próximo partido de fútbol. Así, de partido en partido, se está liquidando la memoria...”(46). El país es un moridero donde “parir y pedir, matar y morir son dos caras de la misma moneda. La ficción erige un mundo final. Ciudades oscuras, paisajes del terror y la rabia, donde los chicos no encuentran otro camino que ponerle el cuerpo a la muerte propia o del otro. Quizá el comienzo de una solución está en leer estos cuerpos como textos que reclaman, a gritos, una nueva relación entre propiedad y humanidad.
Palabras clave:
Cosas de chicos
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Citación
Perilli, Carmen Noemi; Cosas de Chicos...; Universidad Nacional de Tucumán; Telar; 2-3; 12-2005; 159-162
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