Libro
Las Cosechas son Ajenas: Historia de los trabajadores rurales detrás del agronegocio
Fecha de publicación:
2015
Editorial:
Cienflores
ISBN:
978-987-45535-5-3
Idioma:
Español
Clasificación temática:
Resumen
Luego de las transformaciones sociales y productivas que se iniciaron en la década de 1970 en el capitalismo agrario pampeano, la disminución del número de obreros agrícolas ya no coincidió con el aumento de su importancia económica. Por un lado, porque su trabajo fue inmensamente más productivo que en el período anterior. Y por otro, porque la expansión agrícola encontró a la mano de obra familiar en retroceso, fruto de la concentración económica y el abandono de sus explotaciones por parte de muchos pequeños y medianos productores. Como resultado de estas tendencias, el peso fundamental de la producción fue recayendo sobre grandes empresas basadas directa o indirectamente -a través del contratismo- en el empleo de asalariados. A su vez, incluso en términos demográficos hubo cada vez menos trabajadores familiares y más asalariados. Este proceso de asalarización de los quehaceres agrícolas no reunió a los trabajadores en grandes concentraciones de obreros como ocurriera en el pasado. En parte por la mayor productividad del trabajo, que permitió realizar los cultivos con una menor cantidad de hombres. Pero también, por la intermediación de los contratistas de servicios de maquinaria, transformados en los principales empleadores directos de la agricultura contemporánea. Allí nucleados, los obreros tendieron a ser contratados por diferentes patrones, en general de reducida escala de personal, con distintas especializaciones en una u otra labor, así como las diversas zonas en las que conseguían clientes, configurando calendarios e itinerarios de ocupación muy disímiles, y fragmentando a los obreros en el tiempo y el espacio. Los pequeños grupos no impidieron que los propietarios de máquinas segmentaran al personal de acuerdo a su función, su pericia o su fidelidad a la empresa, a partir de lo cual ofrecieron diversas escalas salariales, regímenes de trabajo -permanente o temporario-, y diferente trato personal. A través del contratismo, los titulares de las explotaciones evitaban concentrar directamente la mano de obra bajo su dirección, y con ello, se ahorraban eventuales reclamos de trabajadores aglomerados en sus establecimientos. Junto a los mecanismos de fragmentación y segmentación operados por las empresas contratistas, esta modalidad logró abortar el desarrollo de conflictos proletarios a gran escala como los experimentados en la primera mitad del siglo XX. La forma salarial predominante fue el pago a destajo, el cual comprometió a los trabajadores con el resultado y el ritmo de la producción. En el marco de la ofensiva del capital, el precio oficial de la hora de trabajo fue siempre tan bajo muchas veces inferior a la canasta básica familiar y usualmente el más deprimido de toda la economía-, que obligaba a los obreros a reunir en las temporadas de siembra, fumigación o cosecha los ingresos para sobrevivir el resto del año. Para acumular ingresos estacionales, ellos se veían consustanciados con la prolongación de la jornada laboral en todo lo posible, estimulados por el pago a destajo. Este, así como la desregulación de la duración del día de labor, había sido avalado por el Régimen Nacional de Trabajo Agrario impuesto en 1980 por la última dictadura militar. Mientras que al retorno de la democracia, la defensa de estos lineamientos fue mantenida por las patronales todo a lo largo del período en las instancias de negociación a nivel provincial y nacional ante los cuestionamientos sindicales. Este aumento de los niveles de explotación del trabajo sustentó los períodos de expansión y rentabilidad del capital, y soportó el mayor peso de sus crisis. La división entre los trabajadores agremiados y la gran masa de los obreros agrícolas, sumada a la atomización de estos últimos, fueron parte de las condiciones de posibilidad para ello. Si en el marco de las transformaciones tecnológicas el capital no profundizó más su ofensiva, se debió antes a la situación del mercado laboral que a alguna acción deliberada de resistencia proletaria. En la medida en que ninguna fuerza política o sindical operara para agruparlos o contenerlos -como lo hicieron anarquistas, socialistas o sindicalistas revolucionarios a principios del siglo XX-, las formas de resistencia proletaria se redujeron a manifestaciones individuales y esporádicas, acotadas al ámbito de trabajo, impotentes por sí mismas para transformar las condiciones generales de labor al menos a nivel local o zonal. A pesar del individualismo predominante forjado en la práctica solitaria de su proceso de trabajo y permeado por la ideología patronal- existieron tentativas informales de asociación, así como manifestaciones de deseo sobre transformaciones colectivas que trascendieran la situación personal de cada uno de ellos.
Palabras clave:
AGRICULTURA
,
OBREROS RURALES
,
CONDICIONES DE TRABAJO
,
FORMAS DE RESISTENCIA
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Tamaño:
5.682Mb
Formato:
PDF
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Citación
Villulla, Juan Manuel; Las Cosechas son Ajenas: Historia de los trabajadores rurales detrás del agronegocio; Cienflores; 2015; 384
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