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dc.contributor.author
Bossi, Gerardo Eugenio  
dc.date.available
2021-08-24T16:48:54Z  
dc.date.issued
2006  
dc.identifier.citation
Bossi, Gerardo Eugenio; Análisis de Paleocorrientes; Magna; 2006; 200  
dc.identifier.isbn
978-987-9390-83-2  
dc.identifier.uri
http://hdl.handle.net/11336/138799  
dc.description.abstract
El entramado (en inglés fabric), definido por la orientación de los elementos que forman el andamiaje clástico de un sedimento, sus variaciones de color, empaquetamiento y textura, es una propiedad conocida desde el siglo 19. Los primeros aspectos que fueron considerados en el entramado, fueron los creados por estructuras primarias y las texturas rudíticas. Por ejemplo, Jamieson 1860,  determinó que la imbricación de guijarros en lechos de torrentes en Escocia, casi siempre buza aguas arriba.  Sorby (1859) realizó numerosas mediciones de  dirección de flujo en areniscas estratificación cruzada, con la finalidad de establecer paleocorrientes, aunque nunca publicó sus datos en mapas.  Los mismos estudiosos del drift glacial pleistoceno (Miller, 1884, Becker, 1893), reconocieron la importancia de la orientación de los bloques glaciales y el significado de las estriaciones. El primer mapa de paleocorrientes fue publicado por Ruedemann (1897) quien presentó gráficamente las orientaciones de los rabdosomas de los graptolitos, los cefalópodos ortocerátidos, espículas de esponjas y surcos en el fango, presentes en la Arcilita Utica del Estado de New York (USA). Su interpretación hace alusión a paleocorrientes oceánicas y según Kay (1945) es el comienzo de lo que se definió después como paleoceanografía. En 1911, Hyde, publicó un mapa de paleocorrientes basado en óndulas, de las Formaciones Berea y Bedford del sur de Ohio (USA), que muestran una orientación muy uniforme por casi 200 km. Un análisis estadístico muy detallado sobre la significación de estos diseños de óndulas en sedimentos marinos someros paleozoicos de la cuenca de Akoma (Oklahoma, USA), fue publicado por Agterberg y Briggs (1963). La metodología de estos autores aplica criterios de evaluación previa e inferencia estadística,que se discuten en "II.5. Análisis estadístico". Las últimas estructuras a ser mapeadas son las estratificaciones cruzadas. Aunque desde los tiempos de Sorby, se conocía su relación con los paleoflujos, sus primeros mapas aparecieron después del primer cuarto de siglo ( Rubey y Bass, 1925).  Reiche (1938) publicó un extenso trabajo sobre las Areniscas Coconino (que afloran en el Gran Cañón del Colorado en Arizona, USA) y realizó importantes aportes en la interpretación estadística y presentación gráfica de los datos. Los trabajos de Potter y Olson (1954), Potter y Siever (1956) y Potter y otros ( 1956,1958, 1961) y Potter (1962), que además de presentar excelentes mapas de paleocorrientes, proponen un diseño de muestreo aleatorio jerarquizado y el análisis de componentes de la variancia, como medio de interpretar la significación de los datos y de las medias. También son significativos los trabajos de Pelletier (1958) en la Arenisca Pocono de los Apalaches (USA) y de Pryor (1960) de las areniscas cretácicas que afloran en el Cretácico  del Misisipí. Las estructuras conocidas como marcas de base o hieroglifos(Fuchs, 1895, en Bates y Jackson ,1987), que se preservan generalmente como moldes rellenos por arena en la base de las areniscas típicas del "flysch", se consideraron siempre como problemáticas. Aunque ya se conocía su significación en paleocorrientes, su aceptación definitiva se debió a los trabajos de Kuenen (1953, 1956, 1957) en el estado de New York (USA) y Kuenen y otros (1957), en los Alpes marítimos de Francia. Surge de estos trabajos el concepto de turbidita, y del significado de las corrientes de turbidez en el relleno de cuencas de antepaís (eugeosinclinal en esos tiempos). A partir de este momento son numerosos los trabajos que consignan interpretaciones paleogeográficas de las cuencas con sedimentación tipo "flysch". El flysch de los Alpes fue mapeado por Hsu (1959, 1960) el de los grits de Aberystwyth (Gales) por  Wood y Smith (1959), el de los Cárpatos por varios autores polacos como ser Ksiazkiewicz (1958), Dzuliynski y otros (1959). En la década del 60 el progreso de los estudios de paleocorrientes es muy marcado, al menos por el número de publicaciones, que hoy en día suelen ser escasas. Los estudios se ampliaron a depósitos aluviales, volcaniclásticos, en rocas carbonáticas y aún en sedimentos arcillosos. Por estos tiempos surgieron varios investigadores interesados en la dinámica de formación de las estructuras primarias. Merecen destacarse las numerosas experiencias referentes a la génesis y desarrollo de las formas de lecho, (Harms, 1969. Allen, 1970, 1985 y Middleton, 1965, Middleton y Southard, 1978) y marcas de base (Allen 1966 y 1971). En sedimentos aluviales son numerosos los trabajos publicados, siendo pioneros los de Picard y High (1973), McKee (1966). El gran paleodesierto latitudinal del Jurásico Superior que acumuló un manto de arena eólica (Arenito Botucatú) de más de 200 m de espesor en una superficie cerca a 1.500.000 km2, fue estudiado por Bigarella (1971) quien realizó numerosas medidas que fueron tomadas sin ningún criterio estadístico. Sin embargo quedó claramente establecida la relación entre las paleocorrientes y un centro ciclónico de latitud media, existente en el supercontinente Gondwana, antes de la abertura del Atlántico Sur. Aspectos que luego fueron confirmados por los trabajos de Bossi y otros (1979, 1980, 1982), en Rio Grande do Sul (Brasil). Junto a los estudios de paleocorrientes, surgieron modelos de dispersión y de diseños de paleocorrientes (Selley, 1968) y una clasificación de formas de lecho, con criterios genéticos muy firmes (Allen ,1968). También son de esa época los atlas de estructuras primarias de Pettijohn y Potter (1964) con textos en español, francés, alemán e inglés. el libro de Potter y Pettijohn (1963 y su segunda edición en 1977), el manual de Conybeare y Crook (1968) y la Sedimentografía de Ricci Lucchi (1970), entre otros. Los trabajos directamente dedicados al entramado de sedimentos no glaciales , se inician preferentemente con gravas fluviales(Wadell ,1936, Krumbein, 1939, Schlee, 1957) para luego incorporar mediciones de orientación en areniscas (Dapples y Rominger, 1945, Schwarzacher, 1951, Griffiths, 1953 y Griffiths y Rosenfeld, 1950). Por esta época es que se publican trabajos que relacionan del entramado con la orientación de cierta propiedades masivas ( anisotropía de humidificación  vs entramado, en Potter y Mast, 1963, anisotropía de las propiedades dieléctricas, Arbogast y otros (1960, una patente citada en Potter y Pettijohn, 1963). Seilacher (1959, 1960) ha realizado sumarios excelentes referentes al uso de estructuras orgánicas como elementos direccionales. El primer estudio conocido es el de James Hall (1943) quien describió la orientación de las valvas aisladas de un braquiópodo en la Formación Medina del Estado de New York (USA) y su relación con paleocorrientes.  
dc.format
application/pdf  
dc.language.iso
spa  
dc.publisher
Magna  
dc.rights
info:eu-repo/semantics/closedAccess  
dc.rights.uri
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/ar/  
dc.subject
Paleocorrientes  
dc.subject
Bloques glaciales  
dc.subject
Estriaciones  
dc.subject
Estructuras orgánicas  
dc.subject.classification
Geología  
dc.subject.classification
Ciencias de la Tierra y relacionadas con el Medio Ambiente  
dc.subject.classification
CIENCIAS NATURALES Y EXACTAS  
dc.title
Análisis de Paleocorrientes  
dc.type
info:eu-repo/semantics/publishedVersion  
dc.type
info:eu-repo/semantics/book  
dc.type
info:ar-repo/semantics/libro  
dc.date.updated
2021-07-26T15:17:22Z  
dc.journal.pagination
200  
dc.journal.ciudad
San Miguel de Tucumán  
dc.description.fil
Fil: Bossi, Gerardo Eugenio. Universidad Nacional de Tucumán. Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo; Argentina