Matar al enemigo: Algo más que un acto de venganza

Abstract

El artículo identifica y analiza las distintas modalidades que asumió la ejecución selectiva de personas en la guerrilla argentina entre 1970 y 1979, atendiendo tanto a los sentidos y fundamentos que las sustentaron como a las implicancias políticas que aquellas modalidades acarrearon. El análisis parte de un total de 300 casos de personas ejecutadas por Montoneros, PRT-ERP, ERP 22 de Agosto y Organización Comunista Poder Obrero (OCPO). De esos 300 casos, 242 corresponden a integrantes de las fuerzas represivas. La represalia por la tortura, el asesinato y la desaparición de militantes fue el móvil de aquellas ejecuciones; y esa represalia asumió dos modalidades distintas: una personalizada y otra indiscriminada. La represalia personalizada fue aquella por la cual se individualizó y ejecutó a los responsables directos de los crímenes mencionados; y, aunque tuvo lugar a lo largo de todo el período analizado, se concentra en el período 1970-1974. La represalia indiscriminada, en cambio, fue aquella que recayó indistintamente sobre miembros de una determinada fuerza, en tanto tales: a través de estas ejecuciones no se castigaba al individuo en sí por un crimen particular sino a la institución de la que formaba parte por sus prácticas represivas. Este tipo de represalia se concentra en el período 1974-1979. Si, como se fundamenta, es en el cruce entre venganza y guerra donde deben situarse las ejecuciones de la guerrilla argentina, el carácter indiscriminado de aquellas que comienzan a prevalecer a partir de 1974, atenúa la dimensión vengativa clásica y resalta las formas despersonalizadas de la guerra. En resumidas cuentas, si las ejecuciones en venganza de la justicia revolucionaria tenían por objetivo normativizar la confrontación bélica y política, lo cierto es que a partir de 1974, la figura de la muerte por muerte parece haber sido reemplazada por la figura del terror por terror. En otras palabras, a la venganza le siguió la guerra de aparatos, guerra en la que la postulada superioridad moral de la guerrilla no podía menos que desdibujarse. En esa guerra de aparatos, las represalias de la guerrilla acarrearon, a su vez, nuevas represalias, descargadas, también, indiscriminadamente, sobre la militancia revolucionaria. Así, la voluntad normativizadora de la guerrilla no tuvo efecto normativizador alguna; y las represalias indiscriminadas no hicieron más que cerrar filas en el campo enemigo, reforzando los lazos simbólicos entre sus integrantes y ofreciendo argumentos y sentidos para que tanto convencidos como temerosos se lanzaran al combate contrarrevolucionario hasta la aniquilación total.