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dc.contributor.author
Candiloro, Hernan Javier  
dc.contributor.other
Navarro, Alexandra Ximena Carolina  
dc.contributor.other
González, Anahí Gabriela  
dc.date.available
2020-11-09T19:02:30Z  
dc.date.issued
2017  
dc.identifier.citation
Candiloro, Hernan Javier; El animal, el otro, el extranjero: Comunidad y hospitalidad en el mundo de la vida; Latinoamericana Especializada en Estudios Críticos Animales; 2017; 92-116  
dc.identifier.isbn
978-987-46680-0-4  
dc.identifier.uri
http://hdl.handle.net/11336/117970  
dc.description.abstract
El capítulo se propone abordar la interpretación del animal presentada por Martin Heidegger como estrategia fundamental para la deconstrucción del humanismo. Con tal intención, nos concentraremos en la caracterización del animal como pobre de mundo [weltarm] para demostrar que la pobreza allí mencionada no refiere a una valoración jerárquica que subrepticiamente repondría el discurso humanista, sino que, contrariamente, remite a un modo del habitar que expone al mundo humano como siendo apenas una hipótesis de lo que se da. En este sentido, la indagación heideggeriana sobre el animal representa, en realidad, una investigación sobre el mundo del hombre, que se caracteriza por la exposición de su finitud y la consecuente limitación a toda pretensión de absolutización e imposición de la verdad humana. Esta última aun en su punto más extremo: la demasiado humana verdad científica constituye, por tanto, sólo una interpretación apenas una metáfora de lo que se da, que contrasta con otras perspectivas propias de lo viviente que no pueden sino permanecer necesariamente como su punto ciego e inalcanzable.      Tomando como hilo conductor los análisis que Heidegger presenta en su curso de 1929 sobre Los conceptos fundamentales de la metafísica. Mundo, finitud, soledad, el capítulo intentará sostener una interpretación del animal como extranjero radical. En efecto, si bien es evidente que los animales tienen lo que Heidegger denomina una esfera de transponibilidad, esto es, un cierto mundo interno que refleja en cada caso sus vivencias de lo que perciben, dicha esfera permanece inalcanzable a cualquier intento de empatía dentro del mundo humano. Las vivencias del animal son, pues, radicalmente otras que las del hombre, aun en el supuesto caso de que sus características sensoriales eventualmente pudieran permitirles captar la misma percepción que la que se ofrece a la sensibilidad humana. La diferencia fundamental entre el hombre y el animal no es, por tanto, fisiológica, ni remite tampoco a distinciones sensoriales contingentes que evidentemente tienen también lugar tanto entre los mismos hombres como entre los animales, sino que el abismo que, según Heidegger, separa al hombre del animal es mucho más profundo. El animal es, como intentaremos demostrar, un otro radical que expone al humanismo a su impotencia. Y sin embargo, compartimos ese abismo inconmensurable. Aunque extranjero a nuestras categorías, el animal habita nuestro mundo histórico, vive en él, encuentra su lugar propio se aquerencia en él. El animal está en nuestro mundo, pero sin dejarse absorber por él. Tiene su lugar en nuestro mundo metafórico, pero lo habita de un modo peculiar, trastocando su sentido. Percibe lo que percibimos, pero no como lo percibimos nosotros. Incluso nos ve y nos mira a nosotros mismos, nos oye, nos huele, nos distingue y nos identifica. Nos quiere o no. ¿Pero qué lugar tenemos en su mundo ¿Quiénes somos para él? ¿Cómo somos con él?.El animal tiene una relación propia con lo que se da que, sin embargo, no puede ser elucidada en tanto tal por comparación con la experiencia del hombre. Las palabras resultan inadecuadas para referirnos a su mundo y nos vemos entonces obligados a recurrir a las comillas, o incluso a la tachadura, para poner de relieve la impropiedad de nuestro lenguaje. Esta indeterminación del mundo del animal hace patente que otra manera de darse es posible, pero por sobre todo nos muestra que, de cara a esa posibilidad, nuestro lenguaje es finito y esencialmente metafórico. El habitar animal horada, en suma, toda pretensión descriptiva fundamentalmente la científica y cualquier valor absoluto de verdad.Heidegger sostiene así que el animal vive con nosotros, comparte con nosotros una casa, una mesa, un sofá, una cama, pero no en tanto que [als] casa, mesa, sofá o cama. Comparte con nosotros compartimos entre nosotros, los animales esta dislocación del sentido, este umbral y este abismo. El animal escucha nuestra música, huele nuestros olores, pero de un modo que apenas podemos imaginar. Tiene ciertamente una percepción peculiar de los entes, aunque no se dirija hacia ellos como los entes que son para nosotros. Percibe la mesa, se conduce en relación a ella, pero no en tanto que lo que nosotros entendemos como mesa y por eso se tiende sobre ella. Percibe una cama, incluso se acuesta en ella, pero no como cama ente inserto en una red simbólica, en nuestro caso occidental, de significados: lugar del nacimiento, sexo y muerte, instancia de la idea platónica de cama, de tal estilo estético o de tal otro, etc., sino como lugar de reposo. Vivencia el Sol, pero no como un objeto de preguntas astrofísicas; percibe una roca, pero no como una composición mineralógica. Se conduce incluso en relación a los objetos técnicos, sea ya un martillo o un lavarropa, pero no como objeto para clavar o máquina para lavar la ropa, sino, por ejemplo, como tarima para saltar hacia el tapial. El animal habita nuestro mundo como un extranjero. Aun el animal doméstico es, en el fondo, salvaje. No sólo carece, en el orden del derecho, de nacionalidad, sino que la extranjería es el horizonte fundamental de su habitar, y sin embargo ello no impide que viva con nosotros y no meramente al lado nuestro como un objeto inanimado. La comunidad con el animal se gesta así sobre un trasfondo más profundo que el del mundo histórico legado y heredado por la tradición, y arraiga en una experiencia de lo abierto que resulta inherente a lo viviente en tanto tal. Vivimos con los animales y a veces también somos hospitalarios con ellos, dejándoles un lugar en el mundo, ayudándolos a que sean lo que son, aunque muchas veces como entre los hombres eso deba implicar la distancia y la respetuosa separación que procura el bienestar del otro.  
dc.format
application/pdf  
dc.language.iso
spa  
dc.publisher
Latinoamericana Especializada en Estudios Críticos Animales  
dc.rights
info:eu-repo/semantics/restrictedAccess  
dc.rights.uri
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/ar/  
dc.subject
ANIMALIDAD  
dc.subject
EXTRANJERO  
dc.subject
ALTERIDAD  
dc.subject
MUNDO DE LA VIDA  
dc.subject.classification
Otras Filosofía, Étnica y Religión  
dc.subject.classification
Filosofía, Ética y Religión  
dc.subject.classification
HUMANIDADES  
dc.title
El animal, el otro, el extranjero: Comunidad y hospitalidad en el mundo de la vida  
dc.type
info:eu-repo/semantics/publishedVersion  
dc.type
info:eu-repo/semantics/bookPart  
dc.type
info:ar-repo/semantics/parte de libro  
dc.date.updated
2020-10-20T18:13:39Z  
dc.journal.pagination
92-116  
dc.journal.pais
Argentina  
dc.journal.ciudad
La Plata  
dc.description.fil
Fil: Candiloro, Hernan Javier. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; Argentina  
dc.conicet.paginas
209  
dc.source.titulo
Es tiempo de coexistir: perspectivas, debates y otras provocaciones en torno a los animales no humanos